Con más de 40 cruceros a mi espalda e infinidad de visitas a cruceros, tuve la oportunidad de visitar el buque The World en su escala en Bilbao, invitado por uno de sus propietarios.
Tenía mucha curiosidad por conocer este nuevo concepto de alquileres y apartamentos en propiedad en un crucero. Un buque que viaja por todo el mundo y en el cual los propietarios pueden bajar y subir en cualquiera de los puertos en los que el buque hace escala, y donde suele permanecer dos o tres días, para que sus ocupantes puedan disfrutar ampliamente de la ciudad.
Mis amigos, un matrimonio ingles de mediana edad como les gusta decir a ellos (¡aunque van por los ochenta y un años!) Disfrutan de su actual juventud viajando por el mundo unos cuantos meses al año, y los otros lo pasan en su residencia cerca de Londres. En su escala de Bilbao me llamaron y subimos a visitar el barco y almorzar con ellos.
Hubo varias cosas que me llamaron mucho la atención. Primero el orgullo con el que me enseñaron el barco. El orgullo de sentirse propietarios de algo único y excepcional para solo 165 personas. Sentirse miembros de este exclusivo Club de propietarios de un “trocito de mar”.
También el trato de con los empleados y demás huéspedes. Una educación exquisita pero dotada de la necesaria familiaridad y camaradería de los que pasan mucho tiempo juntos, por parte de los empleados. Y unas relaciones y amistades interesantísimas entre los pasajeros (o invitados como les gusta ser considerados) de distintos países. Pero dada la naturaleza del barco todos de un nivel económico alto, que puede hacer posible el establecer nuevas relaciones sociales o empresariales.
Un amplísimo barco en el que se respira tranquilidad, sosiego, clase y sofisticación. Jamás veremos una cola o prisas. El almuerzo fue magnífico en popa, al aire libre, con un vino blanco sudafricano, de su bodega de más de 12.000 botellas de 18 países distintos.
Para terminar, visita a su apartamento, copa de champagne y cerrar agendas para volver a vernos en la próxima visita The World a Bilbao.
Patricio Arana