Niza se muestra en plena actividad, preparándose para el cercano verano. Las terrazas comienzan a mostrar un animación que invita a relajarse con un café au lait en el Vieille Ville (casco histórico), comprar jabón de Marsella o comprar cualquier compra gourmet en las tiendas antiguas de la ciudad. Asimismo caminar por el Promenade des Anglais, o simplemente tomarse una buena Bullabesa en los bistros del Puerto Viejo, mientras nuestro yate privado se prepara para la navegación. Y es que hay pocas cosas tan hermosas como el Le Levant: vanguardista, de linea estilizada, provoca subidones de emoción tan solo con mirarlo. Rápido como un rayo, su agresiva casco negro es la envidia en cualquier puerto en el que entra. Tres chic. Sin duda. No hay embarque tradicional sino que un miembro de la tripulación ataviado de uniforme muy marinero y casual, azul y blanco te llevará a tu camarote. Y en dos minutos, ya estarás tomando una copa de refrescante champagne en tu camarote. Previamente el capitán te dará la bienvenida personalmente a sus aproximadamente cien personas, con un cocktail muy íntimo.
Sorprende en primer lugar las generosas dimensiones del camarote. Decorado con formas lineales, colores lisos y sencillez sorprendentemente elegante, ofrece espacio a raudales. Camas anchas, muebles de maderas claras, y un baño espectacular con una ducha circular de «diseño», mueble con su sinuosa forma, mármol negro, y los articulos de baño de prestigio. Nunco algo tan devastadoramente simple puede resultar tan refinado.
La simplicidad de las cosas clásicas, son las más hermosas. ¿Y que podemos decir de nuestro pequeña nave?. No hay demasiado que explicar. El secreto de Le Levant, está en la individualización que se presta a sus huéspedes más que en recargados interiores. Desde el minuto 1 nos sentiremos en nuestra propia casa. Un pequeño resturante muy clásico en la cubierta Lafayette, en donde no sentiremos sensación de agobio, a pesar del panelado de madera de sus paredes.
La Cubierta Champlain además del hall de entrada, , boutique y el gran salón salón social, decorado con maderas claras, asientos de cuero bicolor azul y amarillo, un bar, piano y pista de baile. Y una terraza exterior que da acceso a la Marina Deck que se usa para poder acceder al mar, y practicar deportes acuáticos mientras el yate está fondeado, desembarcar en los tenders, o usarlo como punto de partida para las zodiac en las exploraciones como el Orinoco. Su pequeño tamaño es ideal para meterse en esquinas, en donde las grandes naves de cruceros no podrían jamás acceder. El la Cubierta La Perouse tenemos un mini biblioteca, y el buffet Panorámico con algunas mesas en el exterior. Finalmente una pequeña piscina en la cubierta Boungaville, con gimnasio y peluquería.
Es sorprendente como una nave tan pequeña pueda tener tantas opciones. La salida de Niza fue pausada, perfecta, serpenteando la recortada Costa Azul, mientras que nuestra nave se convertía en objeto de admiración; convirtiéndose en centro de atracción y miradas. No en vano su linea tiene potencia visual cautivadora. Portofino nos esperaba al día siguiente, pero la vida en Le Levant no es especialmente activa. El puente de mando está siempre abierto, y podemos entrar a charlar animadamente con el capitán sobre las particularidades del barco o de la ruta. Lleva pocos pasajeros, lo que hace que la tripulación nos conozca al día siguiente. No hay shows, fiestas, animación. Solo en el Salón se celebran cocktails, la directora de cruceros hace briefings personalizados, los pasajeros charlan, socializan, toman una bebida, o simplemente bailan a los acordes del piano. La idea es pensar, que estas en tu casa, y no necesitas que nadie te entretenga.
El tesoro de la compañía es su tripulación, presente en todo momento pero discreta y nada agobiante. Menciones especiales para la directora de crucero, personal de tenders, oficiales y capitán, y sobre todo maitre que era nuestra voz «española» para todas las complicaciones idiomáticas que pudieramos tener. Una dulcísima recepcionista, y cabinista que tenía nuestros «aposentos» en perfecto estado, siempre derrochando humor a raudales. Cada uno de los de encargados de bar, restuarante recordaban nuestras preferencias, y tenían siempre la bebida a punto, con las tapas más originales cada noche, y aperitivo. La compañía francesa, no se vanagloria de ser una compañía de «pompa» «lujo», sino de un ambiente familiar, y de refinada discreción. Dando mucho énfasis a los pequeños detalles, y un buen hacer de las cosas, sin florituras supérfluas. Podría decir: algo muy chic.
Las comidas son auténticos espectáculos de paladar, presencia, y sobre todo cocina francesa de alta calidad. Usualmente servida por amables camareros , y en un entorno de lujo. Postres divinos, pescados fresquisimos, ingredientes de primera calidad, y cada cosa en su punto. No es que sea un todo incluido, pero si podemos contar con una buena copa de vino con nuestras comidas. El buffet abre para el desayuno y el almuerzo, y a pesar del pequeño tamaño no hay problemas para encontrar mesa. Todo lo que se sirve es también perfecto. Ensaladas crujientes, postres franceses en donde no falta por ejemplo Iles Flotants, o Mousse Au Chocolate, y sobre todo esmero en detalles tan apreciados como que el café sea auténtico, o que el pan tenga en nivel de hornedado optimo. Nuestra cabina nos espera con un detalle «dulce» antes de acostarnos, usualmente una botella de champagne al principio del crucero, fruta y productos de baño de lujo L Occitane en el baño.
El barco permite atracar en Portofino, cosa no siempre posible con los barcos de cruceros. ¿Para que apurarse?. Simplemente hay tiempo para desayunar de forma tranquila, y desembarcar en cinco minutos, y al poco tiempo disfrutar de los placeres de la «pijisima Portofino» en donde nuestro Le Levant rivalizaba con los otros yates privados. Un copa de vino en una «terrazza» local, un buen plato de pasta, compras en las tentadoras tiendas de la carísima Portofino, o tal vez exploración pausada en las típicas esquinas. El yate está esperando para nosotros. La jornada de Portofino es partida. Implica desembarcar a los pasajeros que vayan a las excursiones, y dos horas en la bella Portofino. Embarque y navegación hasta Genova en donde se embarcarían los pasajeros de las excursiones, al tiempo que los que no tenían excursion con el barco, tendríamos también tiempo adicional en la antigua Genova.
Dejemos el atestado Livorno para todos los cruceristas. El Le Levant no se mezcla con cualquiera y ha elegido para entrar en la Toscana, hacerlo en la inusual Viareggio. Aparte de ser una pequeña pero selecta localidad balnearia, y centro de produccion de yates, es otra puerta de entrada a la Toscana. Usamos los tenders, y aunque la estación está lejos, los taxis son especialmente baratos. No vemos ni un solo turista en tierra, que se acicalaba ante la inmediated de otro año turístico bueno. Ni Florencia, ni Pisa. Sigamos con sitios inéditos, y nada mejor que una de las joyas escondidas de Toscana.
Nada más y nada menos, que Lucca. Amurallada, monumental, tipica, en donde siempre se disfruta de un aire muy placentero, vida «italianissima», y sobre todo pocos turistas. Tiendas locales, y sobre todo mucha gastronomía toscada degustada de forma «slow», y tranquila. Hasta un exquisito plato de Tortellini alle Vongole, con Chianti en la plaza central es asequible. Que mejor escenario, que una feria medieval, que comenzaba sus celebraciones con un baile de banderas tan típicas en la zona. La lluvia hace acto de presencia, pero despierta los tonos verdosos de la Toscana, brindándole excelentes paisajes desde el tren.
Todo lo bueno se termina pronto, y me cuesta depedirme de mi barco a pesar de que la compañía nos ofrece la ocasión de trasladarnos a Roma desde Civitavecchia en tren privado. Medito sobre el concepto de vacaciones lentas y reposadas, y navegacion sin prisas ni imposiciones. No hay duda, de que los de Compagnie du Ponant, han descubierto una forma perfecta de sacarle todo el jugo a nuestras vacaciones, ofreciendo experiencias que rondan con la perfección turística. No es que el atestado vuelo de Iberia a Madrid, fuera el broche perfecto. Saco un folleto de la compañía y comienzo a marcar destinos para un futuro crucero. Una vez lo pruebas, te olvidas del resto de los cruceros, y sueles repetirte ¿»por que habré perdido yo mi tiempo haciendo cruceros ruidosos, atestados, y sobre todo cansados».?. Una vez que te metes en Le Levant, encontrarás la llave perfecta par