Que mejor manera de explicar como es la experiencia de navegar a bordo de Holland America Line, que de la mano de un crucersita experimentado que nos da su opinión de primera mano.
«A lo largo de nuestros viajes, o mejor dicho, en todos los cruceros que hemos realizado hasta la fecha, las diferentes tripulaciones siempre nos han dado un trato que iba mucho más allá de la simple corrección o el simple cumplimiento de su trabajo, y los casos de algún tripulante que haya sido descortés con nosotros podría contarlos con los dedos de una sola mano. Siempre nos hemos llevado un muy buen recuerdo de esos esforzados trabajadores que lo dan todo por hacernos felices durante unos días. Holland America Line presume de tener una excepcional tripulación indonesia, amable, sonriente, eficiente, y yo, después de un primer contacto con ella en el Ms Eurodam, así lo creo, e incluso pensaba que tienen ese puntito más que la diferencia del resto de las que yo conozco. Y este maravilloso crucero en el Ms Zaandam no ha hecho más que confirmarlo. Nos han tratado maravillosamente. Quizás haya influido el hecho de que estuviéramos claramente por debajo de la media de edad, o que nos gustara vestirnos más arreglados en las noches informales que el resto del pasaje, o el hecho de ser españoles en un barco lleno de americanos sobre todo, canadienses y australianos…sea como fuere el trato ha sido más que excelente. Nunca hemos tenido un asistente de maitre tan absolutamente perfecto, o un Chef ejecutivo tan simpático y atento. Y que decir del equipo de seguridad, con la amabilidad y sonrisa desde el día del embarque hasta el día final en el que abandonamos al Zaandam. Siempre que regresábamos al barco después de un día de aventuras y correrías nos recibían, en un español titubeante, con un: «Ignacio…bienvenidos a casa».Una ruta de dos semanas por Asia tan atractiva como esta, necesitaba de complemento ideal un barco tan estupendo como lo es el Zaandam. Con cerca de 1400 pasajeros, este tipo de barcos de Holland America son especiales por muchos motivos. Uno de ellos son los propios camarotes, verdaderamente amplios ya sean interiores, exteriores o suites con balcón, todos están equipados con amplios baños con bañera, sala de estar, numerosos y amplios armarios y una práctica cortina que separa y no permite el paso de la luz que siempre se cuela por las rendijas de la puerta del camarote. La pantalla plana de la televisión, dvd para ver películas o lo que se quiera, albornoces, los geles, champús y cremas corporales de Elemis y los bombones de chocolate por las noches no faltaron en ninguna ocasión. Por cierto, nuestro camarote fue un exterior, muy cerca de la popa del barco, con lo que teníamos a cinco segundos de nuestro camarote el enorme mirador de la popa del Zaandam, y disponíamos de luz natural, lo cual se agradece.
El Zaandam es el barco dedicado enteramente a la música. Al enorme e impresionante órgano que ocupa casi la totalidad del atrio a tres cubiertas de este elegante barco, se une diferentes guitarras firmadas por músicos de la talla de Freddy Mercury, Rolling Stones, Carlos Santana o Eric Clapton, originales Saxofones o antiguos clavicordios, junto con partituras adornando los pasillos de los camarotes y las tradicionales y numerosas obras de arte que salpican las diferentes estancias en los barcos de Holland America. Sin duda una decoración discretamente elegante que nos hizo sentirnos muy a gusto. Y que decir de las cubiertas en madera de teca, un lujo para pisar descalzo. De la misma forma, la cubierta promenade también estaba forrada enteramente en madera, con unas cómodas tumbonas de madera alineadas a lo largo de ella y además pudiendo recorrerla 360 grados. Las 60.000 Tm del Zaandam, y los 1.400 pasajeros que puede llevar el barco, hace que navegar en él sea un auténtico placer. No existen las aglomeraciones. Ni en los desembarques y embarques, ni en el lido bufet, ni en el restaurante principal, ni en los ascensores o pasillos y corredores, ni si quiera en la zona de piscinas donde siempre era posible encontrar tumbonas vacías, al igual que los jacuzzis o en las piscinas.
Del funcionamiento del barco no tenemos queja alguna. Los espectáculos se desarrollaban en el teatro Mondriaam, con una curiosa forma circular daba la imagen de un gran cabaret, y albergaba los ya habituales montajes tipo Broadway, y algún que otro evento en las mañanas de navegación. Lógicamente, y a pesar de ser catorce noches, el tamaño de este barco no permitía montajes espectaculares, aunque muchos se dejaban ver y otros dormían al más pintado. Y una gran sorpresa. Cuando reservamos este crucero no esperábamos ningún tipo de asistencia en español, entre otras cosas porque sabíamos que era muy posible que fuéramos los únicos españoles a bordo, y además la propia Holland America ni siquiera la ofrece en sus cruceros por Asia. Y efectivamente, hubo veinte pasajeros de habla hispana, con un grupo de chilenos como los más numerosos, entre los 1.400 que llenaban el crucero. A pesar de ello, les preguntamos por la posibilidad de tener el diario de a bordo en español a los camareros de nuestra cabina, y después de unas consultas los tuvimos puntualmente en nuestro idioma todos los días hasta el desembarque. La eficacia llegó hasta los comedores, donde siempre disponíamos de los menús en español, incluidos los del Pinnacle Grill, o para el almuerzo a pesar de contar con camareros distintos, pero donde no se escapaban las indicaciones del mejor asistente de maitre que nunca hayamos tenido. El póker lo completaba la recepción, donde había dos rusas que hablaban también la lengua de Cervantes.
En el capítulo gastronómico sólo decir el nivel tan alto de excelencia que esta compañía presenta. Han sido dos semanas de auténtico disfrute para nuestros paladares. Desde estupendas cenas y variados desayunos en el restaurante Rotterdam, a una gran variedad de ensaladas, pastas, mariscos, carnes y postres en el bufet Lido, eso si, con escasez de platos de pescado. En la zona de piscina teníamos el Terrace Grill, con una gran variedad de platos de la cocina mexicana, pizzas y hamburguesas y hot dogs. De nuevo volvimos a visitar el restaurante alternativo Pinnacle Grill en una preciosa velada, una maravilla gastronómica al igual que en el resto del Zaandam, pero sobre todo, y concretamente en este barco, con un ambiente íntimo, lujoso, exclusivo y romántico. Por cierto, el chef del Pinnacle Grill era un mexicano muy amable y cordial, con el que pudimos mantener una larga conversación acerca del mundo de los cruceros, y de su comida, por supuesto.
A modo de ilustrativo estas fotografías pueden servir de ejemplo de las viandas que pudimos disfrutar en el Restaurante Pinnacle Grill. Estábamos de celebración de mi cumpleaños.
También hemos tenido en este crucero la oportunidad de charlar y de cambiar distintas impresiones de su comida y de su Austria natal con el chef ejecutivo del Zaandam, Peter Kofler, una persona muy simpática y cercana, gran aficionado al esquí como buen austriaco, y que nos hizo de anfitrión a Ceci y a mi en una visita guiada por las cocinas del Zaandam. El hecho de que hablara muy bien el español nos sirvió para descubrir todos los trucos y procesos para que todo salga a la perfección. Fue una gran experiencia sin lugar a dudas. La coordinación, el orden, la limpieza y la disciplina con la que debe funcionar la cocina durante las 24 horas del día es sencillamente encomiable. Desde las secciones de panadería y repostería, a la de ensaladas, la sección que atiende al room service 24 horas, las descomunales máquinas de lavavajillas, todo al servicio del pasajero.
En resumen un crucero excelente en todos sus aspectos, donde la primera parte del mismo, durante las navegaciones por el Golfo de Tailandia, el mar estaba en absoluta tranquilidad, y una segunda parte ya metidos en el Mar de China Meridional algo más movido, y en la que en algunas ocasiones los vientos alcanzaron fuerza 9 en la escala de Beaufort. Un auténtico espectáculo para los sentidos el contemplar como las olas rompían contra la proa del Zaandam en un continuo cabeceo. Y los grandes ventanales del gimnasio era el lugar ideal donde observar dicho espectáculo, mientras quemábamos los excesos que la buena comida de nuestro simpático chef Peter provocaba en nuestros cuerpos. En total 2.773 maravillosas millas naúticas recorriendo los países más significativos del sureste asiático.»